viernes, 23 de agosto de 2013

Los detectives salvajes - Roberto Bolaño


Título: Los detectives salvajes  
Autor: Roberto Bolaño

Páginas: 624

Editorial: Anagrama

Precio: 21,90 euros 

Año de edición: 1998 (11ª edición)


Esta novela, publicada en 1998, es una obra descomunal, tremenda, que me ha encantado hasta el punto de que me parece que está muy cerca del nivel de «2666», la obra maestra de Bolaño. Como suele ocurrirme con este escritor, me resulta imposible saber exactamente de qué va el libro, que me cuenta un cantidad abrumadora de cosas que, en princpio, no me interesan, pero sin embargo me engancha, me gusta y me embarca en un mundo extraño y algo enloquecido hasta que me acabo las más de seiscientas páginas que lo componen, encantado y feliz, sin tener del todo claro de qué se trataba, cuál era el asunto.

Es una obra vanguardista, bastante rompedora, con una estructura muy curiosa que se divide en tres partes:

- La primera, «Mexicanos perdidos en México», toma la forma de diario de un joven poeta durante dos meses de 1975. Las referencias autobiográficas son abundantes: aparece el movimiento viscerrealista (trasunto del infrarrealismo fundado por Bolaño), muchos poetas y personajes reales, la mayoría disfrazados bajo nombres ficticios, y los dos líderes del movimiento, Arturo Belano (trasunto del propio Roberto Bolaño) y Ulises Lima (su mejor amigo, Mario Santiago Papasquiaro), los detectives salvajes embarcados en una pesquisa poética.

- En la segunda parte, «Los detectives salvajes», 52 personajes aportan su visión personal de las andanzas de los dos poetas, que se extienden durante 20 años, desde 1976 hasta 1996, por una barbaridad de países (París, Israel, Austria...), en un afán de descripción totalizadora y global. Los fragmentos encajan parcialmente y a la vez, cada uno es una pieza de texto independiente. Es la parte más vanguardista del libro, la más desconcertante.

- Y la última parte, titulada «Los desiertos de Sonora», en la que se retoma el diario del joven poeta, que arranca en el punto en el que finaliza la primera parte y precede a toda la segunda. Narra una persecución que finaliza de forma inesperada, en la que los detectives salvajes son perseguidos y a la vez persiguen el rastro de una mítica y olvidada poeta: Cesárea Tinajero.

El estilo es denso, algo desaliñado y muy oral, con el tono con el que se contarían las cosas a un amigo. No se va por las ramas, no hay ni una sola descripción, sólo acción y diálogos. Cuenta una cantidad ingente de sucesos, con una rara habilidad para hacer interesante lo cotidiano, cosas como «desayunamos dos cafés con leche y dos tostadas con mantequilla». Parece que narra la vida tal y como es, sin mucha estructura lógica, sin ordenar, a veces absurda, a veces aburrida, plagada de personajes que se cruzan y se pierden en el olvido, y sin un discurso unitario que dé sentido a todo.

Hay bastante sexo explícito en la novela, descrito con cierto detalle, que no resulta pornográfico, sino que simplemente está incluido como una parte más de esa vida torrencial que llena las páginas. Bueno, sí, hay cierta obsesión ocasional por el sexo, pero es que todo el texto es obsesivo y gira alrededor de una serie de temas que se repiten y se agotan, a veces de una manera exhaustiva, casi hasta el inventario, que recuerda a Georges Perec.

También hay frases surrealistas, diálogos que se quedan grabados en la memoria como: «No me gusta que me toque un desconocido cuando aún no me he lavado la cara»; «Un tipo que hablaba como se le doliera la cabeza». Y deliciosas frases típicamente mexicanas que no se acaban de entender del todo: «¿Todavía te balconea el toro ese?»; «No se me achicopale, mi vida».

Una novela torrencial, desmesurada, enorme, llena de juegos, que parece plantear continuamente al lector el desafío de aprehenderla y saber de qué va. Un texto innovador, un enorme acertijo escrito de manera que es imposible dejarlo a medias y pasar a otra cosa. Un obra inclasificable, densa, voluminosa, exhaustiva, muy humana, detallista, nómada. Bolaño en estado puro en una de sus mejores novelas.

«Los detectives salvajes» se ha traducido a diecisiete idiomas, ha tenido cifras de ventas millonarias y ha ganado varios premios, entre otros el premio Herralde (1998) y el premio Rómulo Gallegos (1999).

Portadas de las ediciones de «Los detectives salvajes» en húngaro y checo 

Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-2003) es un poeta y escritor de culto, que ha encandilado a Patty Smith, Susan Sontag, Oprah Winfrey y otras personalidades estadounidenses, hasta el punto de que se pagaban hasta 100 dólares por una fotocopia de las pruebas de imprenta de su última novela «2666».

Era un mexicano nacido en Chile, que luego anduvo por Cataluña siguiendo una vida bastante nómada y bohemia. Tuvo los oficios más humildes, como guardián de camping, dependiente, lavaplatos, camarero, basurero, descargador de barcos y vendimiador. Sobrevivió a base de comer arroz durante meses y pasó todo tipo de penalidades, pero nunca dejó de escribir y siempre tuvo las ideas muy claras. Su vida estuvo completamente entregada a la literatura.

En su juventud reaccionó contra la poesía maravillosa de Octavio Paz y otros poetas mexicanos subvencionados por el gobierno mexicano ligado a la matanza del 68 y la guerra sucia. Un poeta tenía que hacer algo muy gordo para encontrar un hueco en un panorama en el que Paz lo había dejado todo hecho y muy bien hecho. Bolaño fundó el infrarrealismo, agitó la poesía latinoamericana y comenzó a escribir novelas vanguardistas que se han convertido en auténticos superventas. Radical, innovador, original, es un escritor irrepetible, un auténtico genio, con un encanto arrollador.

Murió muy pronto, a los 53 años, de un insuficiencia hepática derivada de una pancreatitis mal curada. Escritor prolífico y trabajador infatigable, en su corta vida escribió 16 novelas, un buen número de relatos, artículos, ensayos y multitud de poemas. En este enlace podéis ver el documental que le dedicó el programa Imprescindibles bajo el título «El último maldito».

Roberto Bolaño

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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